No sé si lo sabes, pero la tan afamada dieta mediterránea tiene un lugar de nacimiento, quizá no una fecha pero sí un sitio. Este sitio es una maravillosa isla griega llamada Creta, de las que ya os hablé el año pasado en este post. Situada en el centro del eje del transporte marítimo, sobre una línea imaginaria que separa Occidente y Oriente, en pleno mar Mediterráneo. Está tan bien situada que todos los comerciantes, marinos, e incluso piratas, paraban por allí (y alguno se quedaba más de la cuenta).
La variedad de pueblos que allí se asentaron hizo que esta isla no sólo tenga una de las culturas más heterogéneas del Mediterráneo si no que, además, posea una riqueza gastronómica increíble. Esto se debe a dos razones principales: la primera es la anteriormente mencionada mezcla cultural y la segunda fue el aprovechamiento de las características geográficas y climáticas intrínsecas de la isla, que propició el desarrollo de una ganadería y una agricultura muy particulares.
Siendo una isla con bastante actividad sísmica, con pocos árboles, mucho arbusto, montes vestidos de hierbas aromáticas, viñas y olivos por todas partes; os podéis ir haciendo una idea de qué nos vamos a encontrar en la mesa. No hay pastos ni grandes praderas (ni pequeñas tampoco) por lo que el ganado vacuno es inexistente, eso sí, ovejas y cabras campan a sus anchas, incluso por las carretas más transitadas. ¡Cuidado conductores!
Desde siempre, los cretenses han basado su dieta en lo que tenían cerca, es lo que tiene ser una isla: o vives de lo que tienes o serás dependiente de otros. Por esto los cretenses han aprendido que, para comer frutas y verduras, ni suelo ni clima les eran propicios, por eso adaptaron su agricultura a la producción en invernadero.
El sur de la isla está cubierto de plásticos blancos que esconden tomates, calabacines, frutas de todo tipo, berenjenas para hacer moussaka y pepinos para hacer tsatsiki. Todo de una calidad excepcional y de un sabor y presencia increíbles. Su dieta está basada en la verdura: siempre hay ensaladas en la mesa junto con un plato principal, de carne generalmente.
También sorprenden sus ensaladas, en las que casi siempre hay una gran variedad de hojas (no todas reconocibles), incluso algunas de ellas se recogen directamente del campo ya que abundan de manera silvestre. Estas ensaladas son de verdad, no como las que últimamente copan nuestras mesas, compuestas de ingredientes que poco o nada tienen que ver con los de una ensalada mediterránea, con cientos de calorías por culpa de los tan llamativos salad dressing, esas salsas que hacen que una triste lechuga y unos cachos de pan tostado se transformen en una ensalada César.
Ensalada típica de Creta con hojas silvestres y aliñada con limón
Estos aderezos no tienen por qué ser malos, aunque si los compras procesados lo único sano de tu ensalada será el nombre y para acallar tu mala conciencia tendrás que echar mano de ese concepto tan de moda llamado guilt-free. Para los que no lo sepáis, el ‘guilt-free’ es un invento moderno para no sentirse culpable después de comer, aunque te hayas comido un buey, porque lo has acompañado de de algo verde, y eso ya es sano...
Una visita al mercado te abrirá los ojos a berenjenas preciosas, calabacines con flor (yo tampoco sabía que los calabacines tenías flores), a enormes alcachofas con unas hojas un poco extrañas, a fresas y cerezas de un rojo increíble, uvas, manzanas, naranjas y granadas... Venden las hojas de las parras, las hojas del árbol, que después de escaldadas y rellenas de arroz componen uno de los platos más típicos de la dieta cretense: las dolmas .Estas ser sirven en todos los restaurantes y las hay de todos los tamaños. En su tamaño normal los ponen como entrante, si los hacen pequeñitos te los ponen de tapa con una cerveza y si tu madre tiene tiempo, te los lleva en un tupper para que los disfrutes con una salsa de yogur, griego, claro. En una versión diferente, las dolmas se hacen con esas flores del calabacín que antes os comentaba.
Hojas de parra en un mercado callejero
Con respecto a las carnes, la dieta cretense se basa en el cordero y la cabra, comen otras carnes blancas como la del conejo y no sé si es carne, pero también comen caracoles. Sorprendentemente no comen ternera ni vaca, bueno, a lo mejor no tan sorprendentemente, porque al no tener vacas y ser una isla prácticamente autosostenible, estas carnes rojas no forman parte de su dieta. El resto de las carnes las puedes encontrar fácilmente pero nunca fritas o rebozadas, la mayor parte de las veces lo harán a la brasa o a la placha, aderezadas con la multitud de hierbas de las disponen y terminando con un toque de limón para potenciar su sabor. Otro método muy habitual de cocinar la carne es el ‘anticristo’, suena mal... muy mal, pero no es ni más ni menos que unas carnes puestas en un palo, en vertical, mirando al fuego, un gran espeto de cordero, para entendernos.
Chuletillas de cordero cocinadas al estilo 'anticristo'
Como tampoco beben mucha leche de vaca, es habitual que los helados que puedes encontrar en las tiendas o en los restaurantes sean de leche de oveja y cabra. Esta leche tiene un sabor más intenso y cuesta acostumbrarse, pero recuerda a esa leche de antaño, la que nuestros abuelos decían que sí "sabía a leche”.
Hablando de la leche, hay que destacar la producción láctea de la isla, teniendo siempre en mente lo que os he comentado anteriormente, que la leche de vaca no es su fuerte. Y ahora sí, voy a hablar del famosos yogur griego. Todos hemos comido alguna vez un yogur de este tipo, aunque el que venden en España poco tiene que ver con la receta original. El yogur griego es un producto lácteo al que se le ha filtrado el suero, por eso es más espeso, tiene un mayor contenido en proteínas y menos azúcares. Además, no le echan azúcar ni edulcorantes, suelen añadirle frutas o miel. Por cierto, la producción de miel también es muy importante en Creta, ya que, al tener muchas plantas aromáticas en sus montañas, hierbabuena, tomillo, orégano... a lo largo de la temporada, van cambiando las colmenas de sitio para aromatizar así el producto final.
Yogur griego endulzado con miel
Con respecto a los quesos, hay una gran variedad, desde los más cremosos, que pueden llegar a tener la textura de la mantequilla (algunos picantes) a los más secos (parecidos a nuestros curados). Por suerte hay muchos quesos griegos más allá del feta. El queso típico de la isla se llama Graviera, lo hay tanto de oveja como de cabra, y es fácil encontrarlo en los restaurantes con un ligero rebozado de huevo y aderezado con limón... una delicia para los amantes del queso de sabor fuerte.
Alguno ya se habrá dado cuenta de que no he hablado de pescado... pues no. A pesar de ser una isla no son grandes comedores de pescado, pero sí de pulpo, calamares y mejillones.
El pulpo, protagonista de la cocina cretense
Esta es, a grandes rasgos, la dieta cretense, predecesora de nuestra dieta mediterránea. Por supuesto, siempre aderezada de buenísimos aceites de oliva y bañada con deliciosos vinos, por lo general, más suaves de sabor que los nuestros, pero con la misma graduación alcohólica... un verdadero peligro.
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