Que Bad Bunny (Benito Antonio) no es un poeta de la Generación del 27 está, o debería estar, más que claro. Que es uno de los mejores artistas del género urbano tampoco debería ser un debate, y esto se escribe desde unos gustos musicales situados en las antípodas del reguetón o el trap. Así que, ahora, “justifique su respuesta”.
En enero asistimos al estreno de su último disco, DtMF, acrónimo de Debí tirar más fotos. Si ya con Un verano sin ti, un álbum de 23 canciones que atraviesa el perreo, el trap y el dembow, llegando hasta la mismísima bossa nova, sorprendió con su concepto artístico, en DtMF lo vuelve a hacer. Para los amantes del audiovisual, es imprescindible ver el guiño a los 80 en Neverita, de Un verano sin ti.
Después de Un verano sin ti, en 2022, el "Conejito Malo" estrenó Nadie sabe lo que va a pasar mañana, un disco repleto de colaboraciones en el que el artista (sí, ha leído bien, artista) hace ostentación de su pasión por lo audiovisual. Sus videoclips incluyen referencias a personajes y estilos cinematográficos que cualquier estudiante del grado en Comunicación Audiovisual seguro que va a disfrutar: un gánster de Little Italy (con cena con Al Pacino incluida), el vampiro de Murnau en Nosferatu, los monstruos de Hammer Films, el expresionismo alemán en Baticano, o la película que se monta Benito en No me quiero casar, con la intervención del mismísimo Spider-Man. También encontramos el uso del found footage en Acho PR.
Vamos, que el audiovisual y su importancia los tiene dominados. Sus vídeos duran más que sus canciones y, si analizamos cada pieza, encontramos una producción que supera la de muchas series españolas.
Y así, poco a poco, llegamos a Debí tirar más fotos. Para quienes no lo sepan, Benito es de Puerto Rico, y en los últimos años ha sido criticado por representar más valores norteamericanos que los de su propia tierra. Es importante recordar que la salsa, la plena y la música jíbara son ritmos puertorriqueños, al igual que el reguetón, un género que fue prohibido y perseguido en los 2000.
Este baile inolvidable empieza justo ahí, con el estreno del disco y su portada:
Dos sillas que representan el acto de sentarse a charlar, dos sillas que podrían estar en cualquier pueblo de la meseta castellana, en los patios andaluces o en pequeñas reuniones de cualquier país de Latinoamérica.
Como contraportada, Bad Bunny acompaña su disco con una calcomanía del sapo concho, un anfibio originario de Puerto Rico en peligro de extinción debido a la depredación de especies invasoras (a juicio del lector, la reflexión) y la expansión urbana. Este sapo ha sido, además, protagonista del cortometraje del disco y de los vídeos que acompañan las canciones en Spotify. Incluso inspiró la canción Lo que le pasó a Hawái, un tema que, de manera textual, narra la historia del sapo mientras la música y la letra hablan de la colonización.
Una declaración de intenciones que refuerza su compromiso con su tierra y sus raíces, lo que parece haber calmado a quienes lo acusaban de haberse vendido a la maquinaria yanqui. Hasta National Geographic agradeció en redes sociales su intervención en favor de las especies endémicas y la naturaleza.
No vamos a desgranar cada canción, pero es necesario destacar Un baile inolvidable, una oda al desamor a ritmo de salsa. En el videoclip, vemos a un Benito anciano (detalle importante) entrando en su primera clase de baile. Rápidamente, el anciano es reemplazado por el artista reconocido, dejando que la narrativa audiovisual y musical tomen el protagonismo. El vídeo culmina con ritmos latinos que sorprendería al mismísimo Rubén Blades y su Pedro Navaja.
Si analizamos el estilo audiovisual de El Club, encontramos una mezcla de inteligencia artificial con imágenes y estéticas que oscilan entre lo underground de los años 90 y la nueva cultura creativa basada en generación de imágenes a partir de prompts. Bad Bunny fusiona ritmos techno house con un abrupto parón musical en el minuto 2:23, donde se muestra más reflexivo y profundo, incorporando sonidos tradicionales que evocan un Puerto Rico arraigado a su identidad musical. Visualmente, esto se traduce en el momento en que planta su bandera sobre una caja de recuerdos. A partir del minuto 3:50, el videoclip se llena de recursos visuales y sonoros para deleite del espectador.
¿Aún no te ha quedado claro que Benito es un artista? Ok, seguimos.
¿Sabes qué son los visualizers? Son gráficos que acompañan una canción cuando no hay un videoclip oficial. En Debí tirar más fotos, todas las canciones sin vídeo cuentan con este recurso. En ellos, se proyectan textos que explican la historia de Puerto Rico y sus luchas, mientras se muestran pequeñas escenas en plano general y fijo de lo que ocurre en la casa que simboliza el álbum. Historia, vídeo y música se unen para que ningún detalle pase desapercibido.
Destaca Café con ron, no solo por su sonido, puro ritmo plenario (género musical), sino por la colaboración con Los Pleneros de la Cresta, una agrupación musical tradicional puertorriqueña que brinda apoyo emocional a jóvenes y adultos, fomentando el análisis crítico a través de la plena. Esta colaboración no solo enriquece a Bad Bunny, sino que refuerza el concepto que defiende en este álbum.
¿Aún no te ha quedado claro que Benito es un artista? Ok, seguimos.
En YouTube, Debí tirar más fotos no comienza con un videoclip cualquiera, sino con un cortometraje de 12 minutos que da sentido a todo el disco. Se trata de una narrativa transmedia, donde cada pieza encaja en un todo, pero también funciona de manera independiente.
Para el papel protagonista, se contó con Jacobo Morales, director, actor y poeta puertorriqueño que encarna a la perfección los valores y la cultura de su país. Con esta elección, queda claro que, en este disco, tanto el continente como el contenido son importantes.
El cortometraje aborda temas como la colonización, la gentrificación, la pérdida de raíces, la nostalgia y la melancolía de recordar lo que ya no está. Todo esto encapsulado en la frase: "Debí tirar más fotos de cuando te tuve", que se viralizó en redes con un trend donde los usuarios la convirtieron en un canto al recuerdo y la ausencia.
¿Casualidad? ¿De verdad lo creen?
El artista ha cerrado treinta fechas en directo, aunque las nueve primeras están reservadas para su país natal. En su apuesta por reivindicar sus raíces, ha concebido esta gira como una especie de residencia artística, bajo el título No me quiero ir de aquí. Con ello, refuerza su mensaje de pertenencia y arraigo, consolidando aún más su conexión con Puerto Rico.
Las fechas restantes, con entradas agotadas, incluyen una experiencia VIP con hotel, concierto y actividades. No es solo una estrategia comercial: atraerá público de todo el mundo, impulsará la economía local y generará oportunidades para los locales.
Según el medio puertorriqueño WIPR, el impacto económico superará los 100 millones de dólares y generará cientos de empleos temporales. En 2022, un solo concierto del artista en la isla ya dejó un impacto directo de 21,3 millones de dólares.
Sin ánimo de convencer, pero… ¿Aún no te ha quedado claro que Benito es un artista?
Más allá de los gustos musicales, Bad Bunny no solo es un cantante o un "compositor". Es un artista y un modelo de marca, donde la comunicación juega un papel fundamental. ¿Alguien cree que todo esto se le ocurrió solo, en su casa? No. Detrás hay un equipo creativo: publicistas, comunicadores, diseñadores… estrategas de un marketing innovador, donde el compromiso con su tierra es también una herramienta publicitaria.
Como dice Ana Teresa Toro en su columna de El País, algunas obras generan un torrente de análisis y reflexiones, dividiendo opiniones entre quienes las consideran valiosas y quienes las ven como carentes de mérito. A menudo, este tipo de expresiones incomodan a quienes esperan que el arte sirva como una guía moral en lugar de ser un reflejo directo de la realidad y del lenguaje cotidiano.
En ocasiones, el intento de racionalizar el arte puede volverse caótico, donde múltiples voces intentan encontrarle un significado cuando, en el fondo, su verdadero impacto radica en la la experiencia sensorial y emocional más que en una interpretación estructurada.
Estoy seguro de que este género, e incluso este artista, es el "pecado inconfesable" de catedráticos y críticos que se autodenominan "serios". Quizás los clichés y cierta rigidez moral aún impiden reconocer a Bad Bunny como lo que es: un gran artista.
Así que, aprovechando la confianza que ya tenemos, levántate un sábado temprano, haz el desayuno, deja que suene ese Baile inolvidable y recuerda que "mientras uno está vivo, uno debe amar lo más que pueda".
"Debí tirar más fotos de cuando te tuve, debí darte más besos y abrazos las veces que pude".
C/Padre Julio Chevalier, nº 2. 47012
Valladolid (España)
Llamanos al (+34) 983 00 1000
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