El cáncer de mama es el segundo tipo de cáncer más frecuente a nivel mundial, y se estima que su incidencia aumente hasta los 3 millones de casos en 2040. Este crecimiento se asocia principalmente a factores de riesgo modificables, como una dieta poco saludable, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la obesidad y la inactividad física.
La actividad física, definida como todo movimiento corporal producido por los músculos que requiere un consumo energético, se asocia con una reducción del riesgo de cáncer de mama de hasta un 25% en mujeres premenopáusicas y un 13% en mujeres posmenopáusicas. Además, la práctica regular de actividad física es una de las recomendaciones clave en todos los estadios de la enfermedad, antes, durante y después del tratamiento.
La prehabilitación se define como la parte del proceso de atención a pacientes oncológicos comprendida entre el momento del diagnóstico y el comienzo del tratamiento agudo con una duración aproximada entre 2 y 6 semanas. En su modalidad multimodal incluye como componentes la realización de ejercicio físico, pautas nutricionales, apoyo psicológico y modificaciones de otros estilos de vida (como la reducción del consumo de alcohol y tabaco).
1. Selección: medidas y cuestionarios que ayuden a los profesionales a comprender el tipo de soporte que necesita el paciente. Puede incluir evaluación de los estilos de vida y del estado psicológico.
2. Evaluación: los resultados obtenidos durante la selección ayudaran a decidir el tipo de especialistas involucrados y los componentes necesarios en la prehabilitación de cada paciente. Además, el cribado puede complementarse con evaluaciones más concretas para individualizar el proceso.
3.Intervención: inclusión en el programa de prehabilitación y aplicación de las estrategias previamente seleccionadas por el equipo médico.
4. Monitorización: seguimiento del progreso y de los cambios y beneficios obtenidos.
La prehabilitación unimodal se centra únicamente en la prescripción de ejercicio físico (entendido como actividad física planificada, estructurada, repetitiva e intencionada con el objetivo de mejorar o mantener uno o más componentes de la condición física) con una frecuencia semanal de entrenamiento de entre 2-4 días y su implementación puede prolongarse hasta 2 o 3 días antes del comienzo del tratamiento.
Los principales beneficios de incluir ejercicio físico en este proceso son:
Las modalidades de ejercicio más utilizadas son el ejercicio aeróbico y el ejercicio de fuerza. Asimismo, pueden incluirse ejercicios más específicos centrados en los músculos respiratorios y del suelo pélvico.
Tras un diagnóstico de cáncer de mama, es fundamental:
La Organización Mundial de la Salud recomienda, a cualquier adulto, cumplir con la realización de, al menos, 150 minutos de actividad física moderada (cualquier actividad que seas capaz de realizar mientras mantienes una conversación) o 75 minutos de actividad física vigorosa (cualquier actividad durante la cual se vuelve complicado mantener una conversación) a la semana. Además, es aconsejable realizar al menos dos días de ejercicio de fuerza.
La prehabilitación representa una oportunidad clave para mejorar la calidad de vida y los resultados clínicos en mujeres diagnosticadas con cáncer de mama. Integrar el ejercicio físico desde el primer momento, bajo supervisión profesional, puede marcar la diferencia. Si te interesa profundizar en este enfoque y en la aplicación de la actividad física en contextos clínicos, el Máster Oficial Universitario en Innovación e Investigación en Actividad Física en Poblaciones Especiales de la UEMC te ofrece la formación especializada que necesitas.
Este artículo ha sido elaborado por Celia García Chico, investigadora predoctoral, y Susana López Ortiz, investigadora posdoctoral, miembros del grupo de investigación i+HeALTH de la UEMC.
C/Padre Julio Chevalier, nº 2. 47012
Valladolid (España)
Llamanos al (+34) 983 00 1000
¿Te ha gustado el artículo?
No se te olvide compartir en redes sociales