La producción cinematográfica surgió como entretenimiento de masas, sin embargo, a medida que avanzan los tiempos, nuestras mayores producciones están siendo encerradas en residencias del olvido, porque preferimos ver fogonazos de comedia casera en Youtube o engancharnos a la gregaria moda de las series que habitan en los apriscos de las plataformas de sobrepago.
Sin embargo, la falta de interés y la necesidad dependiente de pertenencia a la masa media, hacen que olvidemos grandes obras de calidad que se alejan de los mass media para subsistir en un rincón olvidado a la sombra de ídolos con pies de barro y una calidad que en comparación son como un puro insulto a la inteligencia.
En estos días de encierro voluntario, inducido por la amenaza de multas, las inquisidoras miradas desde los balcones de vecinos y amigos y el respeto debido a un virus y las actualizaciones de sus datos que da más miedo que las de Kaspersky, quién lo diría, es un buen momento para recopilar una serie de títulos que a pesar de su antigüedad aportan y la experiencia en las aulas, foros y reuniones científicas con alumnos lo corroboran. Un momento realmente entretenido y una reflexión de si no estaremos postergando a nuestros mayores demasiado pronto.
Francisco José García Gómez, profesor del grado en Comunicación Audiovisual de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, nos trae un listado con las 4 películas clásicas que no puedes dejar de ver:
El último (Der Letze Mann, F.W. Murnau. 1924)
Había que empezar por alguno y este filme sin sonido, que no mudo, porque en una producción absolutamente brutal, el cineasta alemán nos da una lección de narrativa en la que no precisamos intertítulos para acompañar un protagonista que, y volvemos al tema, por su edad se ve apartado de la sociedad por nuevos personajes y normas laborales.
Con una magnífica puesta en escena y un guion impresionante, la película nos muestra unos personajes totalmente actuales, con una firmeza y una evolución propias de tiempos más modernos, todo un ejercicio para la reflexión de lo que nos hemos creído y donde estamos.
Considerada una de las 10 mejores películas de la historia, sin duda estamos ante una de esas realizaciones que, a pesar de sus características propias del cine pre sonoro, gusta incluso a los menos cinéfilos.
La escena: ninguno podemos dejar de emocionarnos en la escena del protagonista, el oscarizado actor alemán Emil Jannings, en el despacho del gerente del hotel al que Murnau nos hace entrar en un plano que nos introduce en el interior atravesando los cristales de una ventana.
La Quimera de Oro (The Gold Rush, Charles Chaplin. 1925)
Una pena que, de nuevo, la ignorancia nos haya predispuesto hacia Charles Chaplin como un vulgar comicastro de la más exitosa comedia slapstick producida en el cine mudo estadounidense de los años 20 y 30. Sin embargo las decenas de producciones realizadas por este gran cineasta dejan bien a las claras que además de su saber técnico, sus capacidades para llegar al corazón son infinitas.
Es una evidencia que nadie se ha preguntado nunca el porqué, entonces, está considerado por crítica y especialistas como uno de los más grandes directores de la historia del cine. Su compromiso con la libertad y la igualdad le llevó a realizar un cine tremendamente crítico, pero que debía suavizar con comedia para no aparecer a los ojos de las autoridades como un elemento subversivo de masas, lo que ocurrió cuando el Comité de Actividades Antiamericanas le expulsó de Estados Unidos, país de adopción al que solo volvió de visita una vez.
En la Quimera de Oro nos hace una reflexión critica de los vicios personales que se desarrollaban en un país, en principio dado a la comunidad del grupo. Las aspiraciones de triunfo sobre todos y, ante todo, nos hacen acompañar a su personaje más internacional, Charlot en busca de un éxito material que permitiera el resto de logros sociales y personales.
A lo largo de un periplo de lo más rocambolesco, vivimos situaciones totalmente hilarantes y surrealistas en las que la fuerza del personaje protagonista nos lleva a la meditación en un ambiente en el que el drama y la comedia conviven totalmente fusionados.
La escena: una de las más representadas en versiones, imitaciones o alusiones de la historia del cine, Charlot degusta sus propias botas como si del mejor manjar del mundo se tratara, en una casa de lo más dinámica. Hay que verla para entender estas palabras. Nos hace ver que una desgracia como el hambre extrema podemos verlo con una enorme carcajada en la boca gracias a la magia que el protagonista eterno de tantos filmes sabe imprimir en esta particular merienda.
Arsénico por compasión (Arsenic and Old Lace, Frank Capra. 1939)
El siciliano Frank Capra es conocido por su maestría en el dominio de personajes histriónicos moviéndose por un mundo a veces hostil a veces onírico, pero siempre real y cotidiano, en el que nos hace ponernos en situaciones que tal vez pudieran ocurrirnos.
Si bien parece que su cine puede resultar farragoso y complicado de entender, nada más lejos. Maestro de la comedia de situación, Capra siempre nos hace disfrutar de grandes momentos en cualquiera de sus realizaciones, la gran mayoría consideradas como fundamentales en la historia del cine mundial.
Arsénico por compasión es una rocambolesca película con un guion de locos en el que unos disparatados personajes nos hacen vivir unos momentos llenos de gags tremendamente divertidos, con un dominio técnico y narrativo espectaculares, a un ritmo absolutamente frenético en el que las situaciones no nos dejan tiempo para el tedio.
La escena: el descubrimiento de la trama, no voy a desvelar nada, por parte del protagonista provoca una serie de reacciones y discusiones surrealistas hilarantes en las que tratamos de identificarnos con el personaje principal, como si ello fuera posible.
Uno, Dos Tres (One, Two, Three, Billy Wilder. 1960)
El maestro de maestros, Billy Wilder nos propone todos sus recursos en este film considerado por los que saben como, seguramente, una de las mejores comedias de todos los tiempos.
La producción sonora al servicio de la narrativa, los diálogos inteligentes, Wilder era guionista, la crítica feroz a los políticos; los jóvenes; los concienciados sociales; las instituciones sociales y las personas y objetos en general, algo intrínseco al cine y la personalidad de Wilder nos llevan a pasar un rato inolvidable.
Desde el punto de vista argumental se la considera como la película de mayor ritmo de la historia, es veloz, equilibrada y a la vez mordaz para permitir que nos riamos de todo y todos en una serie de situaciones absolutamente identificables.
Fernando Trueba dedicaba su premio Óscar ('Belle Epoque', 1992) al director americano al que comparaba con Dios. Este le llamó al día siguiente diciéndole “hola Fernando, soy Dios”. No era Dios, era escritor como reza en el epitafio de su tumba: “soy escritor, pero claro, nadie es perfecto“ en alusión a su final de 'Con faldas y a lo loco'. No tan divertido, quizá, como el que Groucho Marx dedicaba a su suegra “RIP, RIP, ¡Hurra!” pero que dejó imágenes icónicas para el cine como la Marilyn con las faldas al aire en 1955 en 'La tentación vive arriba' u otro sinfín de planos y escenas en su fantástica filmografía.
La escena: momento difícil este, porque realmente no hay escena que no merezca la pena estar en este apartado, pero ya que hay que elegir una, la llegada del protagonista al salón de baile de un hotel para discutir las condiciones de entrega de un objeto preciado para él. Los diálogos son brutales, riéndose de la crisis de los misiles, cuando en la vida real se encontraba en su momento álgido, mofándose de rusos y yanquis, hombres y mujeres y de todo lo que quieto o en movimiento aparece en escena. ¡¡¡Wilder en estado puro!!!
C/Padre Julio Chevalier, nº 2. 47012
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