La música comienza, las luces se apagan, y el estadio Riyadh Air Metropolitano de Madrid se convierte en un estallido de gritos, colores y emoción compartida que alberga a más de 60.000 personas. En el escenario aparece Aitana. Camina con firmeza, saluda con una sonrisa genuina, y en pocos segundos, el público se entrega. Más que un concierto, lo que vivimos esa noche fue una experiencia de marca: sensorial, emocional y perfectamente diseñada.
Este análisis se enmarca dentro de las competencias y contenidos que desarrollamos en el grado en Publicidad y Relaciones Públicas de la UEMC.
Aitana Ocaña irrumpió en el panorama musical en 2017 tras su paso por Operación Triunfo, y lo que pudo haber sido una fama efímera se transformó, con inteligencia y estrategia, en una carrera sólida. Lejos de conformarse con el éxito inmediato, Aitana ha trabajado su propuesta artística con coherencia: evolucionando su música, creando alianzas internacionales y, sobre todo, definiendo una identidad visual y narrativa reconocible.
Su transición del pop romántico de Tráiler (2018) y Spoiler (2019) al pop electrónico más maduro de 11 razones (2020) y Alpha (2023) evidencia una comprensión precisa de su público y del contexto cultural en el que se mueve. Su gira Metamorfosis Season 2025 con su nuevo álbum El cuarto azul supone un cambio y una exposición de lo que ha pasado en su último año de una forma más íntima.
Aitana no solo canta: traduce emocionalmente el estado de ánimo de una generación atravesada por la autoafirmación, las dudas, la hiperconexión y el deseo de ser escuchada.
En el concierto del 30 de julio, cada canción se sentía como un capítulo dentro de una historia mayor. Desde baladas íntimas como Vas a quedarte hasta explosiones de energía como Los Ángeles, Aitana construye relatos que conectan emocionalmente con su audiencia.
El eje transversal de su discurso es la autenticidad: sus letras hablan de amor, rupturas, empoderamiento y dudas sin caer en el cliché. Se dirige a sus fans de tú a tú, con un lenguaje emocionalmente reconocible y, a la vez, comercialmente potente.
Este tipo de estrategia nos recuerda a cantantes como Taylor Swift, Rosalía o Dua Lipa, iconos que han escalado al formato estadio como declaración de poder cultural, tal y como se explora en “El fenómeno Bad Bunny: comunicación y promoción en la música actual”.
El diseño visual del concierto en Madrid fue un ejemplo impecable de coherencia estética: pantallas LED, tipografías futuristas, juegos de luces neón y coreografías sutiles. Todo estaba orquestado para reflejar la era Alpha, en la que Aitana se reinventa como artista global con tintes electrónicos, iluminación dinámica y vestuario futurista.
Su vestuario —firmado por marcas de alta gama combinadas con streetwear— refuerza esa dualidad entre lo íntimo y lo pop. Se mueve entre la sensualidad y la ternura, proyectando una feminidad segura de sí misma.
Desde un enfoque comunicativo, esto no es casual: se trata de construir una marca personal sólida, donde cada elemento visual es parte del relato. En branding, esto se llama consistencia narrativa. En escena, se llama impacto.
Uno de los momentos más conmovedores del concierto fue cuando Aitana se dirigió directamente a su público. No con frases hechas, sino con un discurso de agradecimiento sincero, nombrando ciudades, momentos y anécdotas. El público respondió como una comunidad que se siente vista y valorada.
Este tipo de relación fan-artista ha mutado en la era digital: ya no se trata de idolatría, sino de conexión. Aitana usa sus redes sociales para mantener esa cercanía, con publicaciones que combinan promoción con espontaneidad. Su comunidad no es un target: es una tribu emocional.
Aitana no ha limitado su proyección al mercado nacional. Sus colaboraciones con artistas como Sebastián Yatra, Zzoilo, Nicki Nicole o Rels B muestran un mapa estratégico de internacionalización. El pop ya no es local, y Aitana ha sabido navegar las aguas de la música globalizada con autenticidad y oído fino.
Cada escena y cada momento de sus conciertos en Madrid fueron también una alianza de marca, un cruce de audiencias y un posicionamiento cultural. En publicidad lo llamaríamos cobranding emocional: dos universos que se tocan y multiplican su impacto.
Fue así como la catalana invitó al escenario a artistas como Bisbal, Hombres G y Amaral para conectar con diferentes generaciones de públicos como la X y generación silver, junto a los más jóvenes como los Z y Alpha.
Lo más fascinante del fenómeno Aitana es que trasciende lo musical. Ha creado una marca que dialoga con el diseño, la moda, la tecnología y la emocionalidad juvenil. Es una artista transmedia, en el sentido más contemporáneo del término: su historia se cuenta en múltiples plataformas, con múltiples códigos, pero con una coherencia férrea.
En tiempos donde la autenticidad es un valor en alza, Aitana ha logrado lo que muchas marcas sueñan: ser creíble, ser deseada y ser recordada.
Por ello no es de extrañar que marcas top de lujo como Yves Saint Laurent hayan apostado por la imagen pública de Aitana al igual que la marca deportiva Adidas.
Aitana no es solo una cantante: es un caso de estudio para quienes enseñamos y pensamos la comunicación. Porque en su música late una generación, en su marca se refleja una estrategia cuidada, y en su mensaje se escucha algo más profundo: la búsqueda de una voz propia en un mundo saturado de ruido.
La marca Aitana es capaz de convertir un estadio en un evento como espectáculo de masas. Más de 110.000 personas asistieron al doblete en Madrid, convirtiéndose en la primera artista femenina española en agotar dos noches consecutivas en el Metropolitano.
Desde el punto de vista del branding y la producción escénica es un ejemplo de trabajo, estrategia y mensaje estudiado de cara a la comunicación y la publicidad.
Difícil de superar en la nueva gira nacional e internacional anunciada en 2026.
C/Padre Julio Chevalier, nº 2. 47012
Valladolid (España)
Llamanos al (+34) 983 00 1000
¿Te ha gustado el artículo?
No se te olvide compartir en redes sociales