En cierta ocasión me preguntaron: "¿y tú por qué eres fisioterapeuta?". "¿Y por qué no?", respondí, "cosas más raras hay por el mundo". Tonterías aparte, a todos aquellos que alguna vez me preguntan por qué decidí estudiar Fisioterapia les respondo lo mismo.
En primer lugar, se puede decir que soy fisioterapeuta porque puedo, sólo hay que echar un vistazo a la nota de corte que suelen exigir en cualquier universidad pública. Más tarde descubrí que realmente no tenía ni idea de qué hacía allí.
El vocabulario que usaban los que entonces eran mis profesores, y ahora compañeros, e incluso alguno amigo, para mí estaba en otro idioma. Al principio era todo cine, y no precisamente del séptimo arte: electro, termo, crio, talaso (¿eso existe?), hidroterapia... ¿Y me voy a acordar de cómo se aplica todo esto? Pensaba yo inocentemente.
Me resultó increíble aprenderme el cuerpo humano al dedillo: sus articulaciones, huesos, músculos, ligamentos, tendones, apófisis, surcos, nervios, articulaciones, fascias etc. Pero no sólo eso, sino que además pude llegar a saber cómo identificarlos mediante la palpación. Saber diferenciar unos de otros mediante tus manos, perfectamente guiadas por tu sistema nervioso central … eso es una pasada. Porque no penséis que la fisioterapia consiste en ejecutar técnicas, sin el cerebro como motor del movimiento solo seríamos técnicos.
Con el paso de los cursos las cosas se complicaban y aprendíamos de PIR (posturas o patrones inhibidores de reflejos), bodydrops, propiocepción e infinidad de técnicas y conceptos más que lejos de amedrentarnos, nos acercaban cada día más a esta maravillosa profesión.
Los padres de nuestra ciencia siempre tendrán un lugar especial en nuestros corazones. Kabat, Mulligan, Vojta, el matrimonio Bobath (porque sí, el apellido lo puso Karel pero Berta era la fisioterapeuta), Perffeti, Cyriax, T. Still y el dios supremo de la imposición de manos (que oye, mal que nos pese, a veces nos funciona).
Las prácticas eran otro mundo, camisetas fuera, depilación perfecta, lencería de última moda que hay que enseñarla delante de tu grupo de prácticas. En estos ratos pude descubrir que yo soy la primera que tiene el dorso plano, una gran hiperlordosis lumbar, la cabeza proyectada hacia delante, las rodillas en valgo y los pies planos… ¡Y eso sólo por verme en un espejo! Si estás leyendo esto y quieres ligar con un fisioterapeuta, ya ves por qué somos tan difíciles de conquistar. Para piropos, nos bastamos nosotros.
Aquellos que decidimos estudiar el grado en Fisioterapia no solo sabemos del aparato locomotor, conocemos las enfermedades, sus tratamientos médicos, conservadores o quirúrgicos. Sabemos de niños, adultos, ancianos, lesiones, daño cerebral, preparación física, psicología y hasta de fármacos. Odiamos la Bioquímica y la Fisiología pero sabemos que sin ellas, estamos perdidos. Porque no somos ni pretendemos ser nutricionistas, médicos, enfermeros, preparadores físicos, terapeutas ocupacionales o farmacéuticos; pero somos sanitarios y estaremos siempre del lado de promover y mejorar la salud de las personas.
Además, como buenos profesionales, sabemos de leyes, de deontología y de ética, de responsabilidad profesional, de intrusismo y si nos dejan, incluso investigamos; tranquilos doctorandos, hay vida después de la tesis.
Pero lo mejor vino el día que tuve mi título de graduada en Fisioterapia entre las manos. Ahora ya podía aplicar todo aquello sabía y, por desgracia, me di cuenta de que aún no sabía nada. Así que comienzan los cursos de postgrado. Aquellos a los que vas después de haber estado trabajando toda la semana y te metes 20 horas extra el fin de semana por un módico precio (a la docencia me quiero dedicar yo, pensaba). Pero bueno, con un puñado de cursos realizados te das cuenta de que tu trabajo es todavía más interesante y las salidas profesionales, infinitas.
Que sepáis que pocas cosas son comparables con lo gratificante que resulta ver cómo un niño empieza a gatear porque tú le has puesto en tratamiento. Que el anciano con una cadera rota e intervenida sube y baja las escaleras para el asombro de su hija, el cirujano y alguno más que pasaba por la sala de rehabilitación. Que el delantero de tu equipo ha podido disputar los 90 minutos de partido sin molestias en el recto anterior. Que aquél que tuvo un ictus empieza a mover las extremidades y que el que tiene EPOC se encuentra menos fatigado… Y todo eso es gracias a lo que tú les has dado.
A nosotros los pacientes nos aportan momentos de alegría a cada pequeño avance que logran. Porque estar en contacto con ellos te hace aprender lo maravilloso del cuerpo humano, y de la mente también.
En fin, esto es sólo una mínima parte de lo que es ser fisio; y es que … estudiar el grado en Fisioterapia es una pasada. Así que, ahorraros eso de "¿y para dar masajes tienes que hacer una carrera?" No querréis ver a un fisio enfadado. Sed buenos.
C/Padre Julio Chevalier, nº 2. 47012
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