Desde hace unos días, la actualidad informativa ha modificado el orden de los temarios de muchas asignaturas para dar prioridad a tratar de explicar a nuestros estudiantes qué está ocurriendo en Oriente Próximo, por qué Hamas ha atacado a la población israelí y por qué la respuesta israelí puede suponer un conflicto en la región sin precedentes, de honda repercusión internacional.
La atención mediática ha pasado de la guerra en Ucrania a otro territorio que se encontraba alejado actualmente del foco informativo como es Israel, Gaza y Cisjordania, pero que, sin embargo, lleva latente desde hace más de setenta años. La cantidad de actores, factores y condicionantes en este conflicto es tal que resulta prioritario descender al contexto y analizar algunas claves que nos ayuden a entender lo que está pasando en este territorio.
1. ¿Qué existió antes, Israel o Palestina ?
La región de Palestina, entre el río Jordán y el Mediterráneo, estaba habitada por pueblos árabes y controlada por los turcos a comienzos del siglo XX. Algunos judíos empezaron a asentarse en el territorio influidos por el sionismo, movimiento político nacionalista que defendía el derecho del pueblo hebreo a tener un estado propio, frente al antisemitismo existente, que debería ser aquel de donde los judíos fueron expulsados por los romanos en el siglo I, la “Tierra Prometida” (por Dios al primer patriarca), el reino de Israel.
Empezaron a llegar judíos a Palestina en distintas oleadas, siendo especialmente importante la sucedida como consecuencia del holocausto nazi. La convivencia entre los dos pueblos empezó a resentirse. La ONU, en 1947, decidió poner solución al problema de un territorio, dos pueblos, estableciendo un plan de partición que dividía la zona en dos. Israel lo aceptó y proclamó el Estado de Israel en 1948, los árabes-palestinos no lo aceptaron y sus aliados, los países árabes de la zona, acudieron en su ayuda al declarar la guerra a Israel.
La derrota árabe supuso la ampliación del territorio por parte de Israel y el comienzo de los desplazados y refugiados palestinos hacia territorios vecinos.
2. La cuestión religiosa
Aunque el conflicto no tuvo un origen religioso, es evidente que ha influido de manera directa en su evolución. Jerusalén es la cuna de las tres religiones monoteístas: el cristianismo (Santo Sepulcro), el judaísmo (Muro de las Lamentaciones) y el islam (Mezquita de Al Aqsa). La Autoridad Nacional Palestina, interlocutor válido del pueblo palestino desde los Acuerdos de Oslo de 1993, con sede en Cisjordania, encarnada por la OLP (Organización para la Liberación de Palestina, fundada por Yasser Arafat) y su partido Fatah, partido nacionalista no islamista, reivindican la existencia de dos estados: uno israelí y otro palestino que comprenda las fronteras anteriores a la guerra de los Seis Días (1967): Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental.
Sin embargo, con el surgimiento de Hamás en 1987, en el marco de la primera Intifada como rama palestina de los Hermanos Musulmanes de Egipto, el fundamentalismo islámico entró en acción. Este movimiento de resistencia islamista radical reivindica la existencia de un estado islámico en la zona y, por tanto, la desaparición de Israel, aunque desde 2017 acepta las fronteras existentes antes de la guerra de 1967, como base para un estado palestino, con Jerusalén como capital.
En el lado israelí, el nuevo gobierno de Netanyahu, con apoyo de los ultranacionalistas y ultraortodoxos de Sionismo religioso, entre otros, no ha hecho sino agravar la situación al profundizar en la política de asentamientos judíos en Cisjordania, considerados ilegales por Naciones Unidas.
3. El terrorismo
Hamás ganó las elecciones en la franja de Gaza en 2006. Catalogada como organización terrorista por la Unión Europea, Estados Unidos y otros países occidentales, desde entonces este territorio sufre un bloqueo por parte de Israel, por el que solo recibe ayuda humanitaria. Hamás realiza periódicamente atentados terroristas reivindicando el fin de la ocupación israelí y la guerra santa.
No es la única organización terrorista que actúa en la zona. Junto a ella opera la Yihad Islámica y son conocidos sus vínculos con otras milicias radicales como Hezbollah en el Líbano o los Hermanos Musulmanes en Egipto. El terrorismo se ha convertido en la línea roja para evitar cualquier tipo de negociación con los palestinos por parte de Israel, aun a sabiendas de la división entre el gobierno de Gaza (Hamas) y el de Cisjordania (ANP), y ha sido el arma letal utilizada de nuevo por Hamás para desencadenar la actual guerra.
4. Amigos y enemigos
Los aliados de uno y otro bando juegan un papel esencial para entender por qué no se ha logrado una solución negociada del conflicto. Del lado israelí, el apoyo de EE. UU. es incondicional debido a la necesidad de contar con un aliado en la zona y el fuerte peso del lobby judío en este país. No es posible acceder a la Casa Blanca sin la financiación de este grupo de poder. Por otro lado, la Liga Árabe siempre había mostrado su apoyo a la causa palestina, pero esta situación empezó a cambiar desde 2020, cuando la normalización de las relaciones diplomáticas con Israel de Sudán, Marruecos, Emiratos Árabes y Baréin y el acercamiento de Omán, rompió el tradicional aislamiento del estado hebreo en la región.El punto de inflexión llegó con el gran acuerdo propuesto desde Washington entre Israel y Arabia Saudí con la industria nuclear como telón de fondo y con el que Irán se sintió directamente amenazado desde el fracaso de su propio plan nuclear negociado con occidente, el Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC). Aquí entra en juego también el llamado “Eje de Resistencia”, el conjunto de milicias libanesas (Hezbollah), iraquíes, yemeníes y sirias que, junto a Irán, han manifestado su intención de entrar en el conflicto si Israel no frena sus ataques contra Gaza.
5. Las víctimas
Y en medio de todo ello, está la población civil. Hamás el 7 de octubre realizó un ataque por sorpresa desde el sur de la franja de Gaza asesinando a más de 1.300 personas y tomando a otras 199 como rehenes. La respuesta israelí ha conllevado la muerte de más de 4.000 palestinos, el 70% de ellos niños y la amenaza de llevar a cabo una operación terrestre en el norte de Gaza con lo que ha instado a los gazatíes a desplazarse hacia el sur. El bloqueo de ayuda humanitaria a la Franja por parte de Israel está llevando a la población a una situación insostenible, mientras el cruce de acusaciones entre uno y otro bando sobre la autoría de los distintos atentados no cesa y los rehenes israelíes permanecen secuestrados.
Un futuro incierto
La pregunta clave sigue siendo, ¿cómo puede solucionarse este conflicto? Está claro que la voluntad negociadora de ambas partes está rota desde el momento en que los actores principales, Israel y Hamás, han contribuido a radicalizar sus posiciones en los últimos tiempos con actuaciones o alianzas más o menos públicas que no han dejado de ser una provocación para el adversario.
Mientras tanto, la comunidad internacional, ajena a lo que allí se estaba gestando, apela al cumplimiento del derecho internacional, aun a sabiendas de que Estados Unidos siempre tendrá la última palabra. La meta no puede ser otra que la convivencia democrática de dos estados, una utopía que hoy está, sin duda, más lejos que nunca.
Cristina Gómez Cuesta es profesora de Historia y Relaciones Internacionales en la Universidad Europea Miguel de Cervantes.
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