Los avances en salud, entre otros factores, han permitido al ser humano ser más longevo y, en consecuencia, incrementar la esperanza de vida de la población general. Este hecho, que constituye un claro éxito en el desarrollo del ser humano como especie, ha traído consigo un nuevo escenario poblacional, ya que inevitablemente el número de personas que alcanzan la tercera edad es significativamente mayor.
Teniendo en cuenta lo anterior y la baja natalidad presente en la mayoría de los países occidentales, entre ellos España, ha propiciado que de forma global nos encontremos ante una pirámide poblacional de tipo regresivo y, por lo tanto, que estemos en términos globales ante una población relativamente envejecida.
Este escenario ha propiciado el desarrollo de dolencias típicamente ligadas al avance de la edad, como son las enfermedades reumatológicas, una de las dolencias más frecuentes en la actualidad. Dentro de este grupo de enfermedades se encuentran la artrosis, la artritis reumatoide y la osteoporosis.
Esta última enfermedad viene definida por la pérdida de densidad mineral ósea y por cambios en la microarquitectura de los huesos que propician una mayor fragilidad, es decir, un aumento de las probabilidades de que se produzcan fracturas óseas, especialmente la columna vertebral, las muñecas, la cadera, la pelvis y el húmero.
Estas fracturas no siempre tienen un buen pronóstico, especialmente en pacientes que presentan una edad avanzada, teniendo un gran impacto sobre la morbilidad y mortalidad. Además, en los últimos años, debido a la interrelación entre la osteoporosis y la sarcopenia y su influencia mutua, muchos autores hablan de una patología mixta, cuando ambas están presentes, y la denominan osteosarcopenia (hablaremos sobre la sarcopenia en otro post).
Si bien el envejecimiento no es el único factor determinante de la osteoporosis, es importante reseñar que la edad juega un papel fundamental en el avance de la patología, especialmente cuando no se controlan los factores conductuales, tales como la actividad física, el tabaquismo o la nutrición.
Por otro lado, existen certezas a nivel científico de que mediante una mejora de estos hábitos de vida por parte del paciente, junto con la medicación indicada si se precisa, se puede frenar el desarrollo de la patología e incluso revertir parcialmente este proceso. Se ha demostrado que cuanto antes se tomen medidas para atajar su avance, mayor será el impacto de los cambios realizados sobre la salud ósea del paciente, siendo fundamental adoptar hábitos saludables, a ser posible, desde la infancia.
En este contexto, se antoja imprescindible que en el tratamiento y seguimiento de la osteoporosis se integre la aportación y conocimientos de un equipo sanitario multidisciplinar, entre los que se encuentre la figura del dietista-nutricionista. Estos profesionales de la nutrición y la dietética ayudan a los pacientes de osteoporosis a mejor su calidad de vida a través de una dieta equilibrada en la que abundan alimentos ricos en calcio.
Es por ello que desde el Blog UEMC vamos a daros una serie de consejos y hábitos alimenticios, siempre desde la evidencia científica, que ayudan a prevenir y controlar la osteoporosis:
Todas las recomendaciones mencionadas deben ser pautadas y revisadas por el único profesional capacitado en esta materia: el dietista-nutricionista, ya que para un correcto manejo de las pautas sobre la alimentación del paciente, es imprescindible, no solo conocer los procesos fisiopatológicos asociados, sino también dominar las características nutricionales de los alimentos y comprender la interrelación que existe entre ambos factores y su impacto en el ser humano.
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