En este necesario aunque perecedero confinamiento, un mismo día puede tener varias vidas. Vidas, eso sí, bajo el mismo escenario. Pero vidas que convergen y se complementan. Vidas que han echado raíces en un denominador común entre irónico y paradójico: la rutina. Sí, es irónico porque habitualmente aborrecemos todo aquello que se etiqueta o apellida como rutinario, pero, paradójicamente, más de uno pensamos en estos momentos en que tener rutinas es positivo. Como dice Vetusta Morla en su canción 'Los días raros', “quién iba a decir que sin carbón, no hay Reyes Magos”.
En esa rutina no puede faltar un repaso diario al mail de la UEMC con sabor al primer café de la mañana. Revisar Moodle, resolver vía mail dudas de los alumnos, mantener contacto con aquellos estudiantes que están haciendo prácticas, para saber si siguen o no, corregir sus memorias y revisar las calificaciones de sus prácticas…
La hora del café ha trocado de escenario y acompañantes. Ahora, en lugar de compañeros profesores, es un bebé; y en lugar de café para llevar, pedimos en la barra (de la cocina) una papilla que, por cierto, a riesgo de no padecer modesto, me queda en su punto óptimo de sabor, porque no deja nada en el tazón. Pero hay quien sostiene que no es muy difícil conseguirlo. Envidia, fijo.
Vuelta a la rutina. Mientras unos bajan el desayuno correteando y jugando, otros volvemos al trabajo online. No ha sido difícil adaptar las sesiones a nuestra nueva clase virtual, llamada Adobe Connect, pero algún cambio sí ha requerido. Buscar fórmulas de interactividad, modificar las presentaciones para encontrar sinergias… en fin, nuevos retos que llevan tiempo, pero que se hacen con gusto. Es parte de esa rutina, es otra de esas vidas en un nuevo día a día, en el que las 24 horas dan mucho de sí: hay tiempo para tareas domésticas, ratos para ocio, para saber cómo están los tuyos, hacer deporte, e incluso aburrirte.
Y es que hacemos tanto que quizá nos paramos poco a pensar en que esta nueva vida suena diferente. No sé quién firmaría esta banda sonora, pero es bastante curiosa, porque entremezcla los gritos de los niños de los pisos de arriba y abajo, el ahogado sonido de la broca de un taladro en el vecindario (tiene pinta de que algún vecino lo está descubriendo y trata de emular al presentador de Bricomanía) y, por supuesto, ladridos varios.
Las clases online dejan también buenos momentos. Es el punto de encuentro diario con nuestros estudiantes, al igual que nos encontramos con nuestra familia y allegados mediante videollamadas, y con nuestros vecinos, puntualmente, a las 20.00 horas en los balcones y ventanas para rendir un cálido y sonoro homenaje diario a quienes tienen que salir al áspero exterior porque su desempeño profesional así se lo exige: desde sanitarios a cuerpos de seguridad, pasando por transportistas, empleados de supermercados… en otras palabras, quienes están en el frente de esta batalla frente al odiado enemigo.
Lo bueno de haber podido compartir con estos mismos estudiantes el primer cuatrimestre del curso permite que sea relativamente sencillo imaginar o proyectar una imagen de todos ellos cuando alguno, a través del chat de Adobe Connect, hace un comentario gracioso, quizá irónico, y el resto del grupo ríe escribiendo “jajaja" (o su variante desternillante de “JAJAJAJAJAJA”). Es fácil proyectar esa imagen, y más fácil aún, anhelar que vuelva pronto.
Creo que este anhelo es un sentimiento compartido por todos. Por cierto, hablando de mi equipo: aquí les tenéis, les pedí que se hicieran una foto durante mi clase para mandaros ánimo. ¡Todo suma!
Anécdotas al margen, quisiera aprovechar este espacio para subrayar el encomiable trabajo de todo el equipo de la Universidad Europea Miguel de Cervantes que ha preparado este sistema lectivo para permitir que podamos seguir con nuestra rutina, en un escenario diferente. Los alumnos también lo estáis haciendo fácil, y los datos de asistencia a estas clases virtuales así lo corroboran. A fin de cuentas, la Universidad estamos siendo un espejo de la sociedad española: cuando todas las piezas del engranaje están calibradas y cada pieza se sabe parte de un equipo y cuál es su función asignada, el engranaje funciona.
En definitiva: el trabajo en equipo es crucial para ganar esta batalla. Mientras, sigamos desarrollando todas nuestras vidas en un único día. Algunos os estáis convirtiendo en los Indiana Jones de lo audiovisual y cada día halláis nuevas pelis o series para consumir y, por supuesto, recomendar; otros habéis desempolvado habilidades pasadas (manualidades, deporte) arrinconadas por la rutina habitual. Incluso hay quienes estáis descubriendo a esos seres que viven con vosotros habitualmente, que se hacen llamar familia, y con los que ahora compartís más tiempo.
Eso demuestra que a pesar de que vivimos un mal sueño, incluso de esta pesadilla se pueden sacar buenos recuerdos. Otra paradoja más, como el nombre de este artículo. Pronto volveremos a la normalidad; mientras, sigamos viviendo las diferentes vidas de un mismo día.
Miguel Ángel Díaz Monsalvo es profesor del grado en Periodismo de la Universidad Europea Miguel de Cervantes. Si quieres conocer más sobre esta titulación puedes ponerte en contacto con el Departamento de Admisiones de la UEMC.
C/Padre Julio Chevalier, nº 2. 47012
Valladolid (España)
Llamanos al (+34) 983 00 1000
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